viernes, 26 de agosto de 2011

Verbo, ¿quién es el sujeto?

Como de tantos otros alumnos, guardo un grato recuerdo de Martín, a quien he decido llamar así simplemente a efectos de lo que aquí relato.

Martín solía acercarme su rostro y con sus enormes y vivaces ojos y sus arqueadas cejas me hacía muecas y me sonreía sin malicia, sin intención de burlarse de nada. Antes bien, se esforzaba por parecer gracioso, con una actitud que reflejaba la inocencia e ingenuidad de sus once o doce años. Era uno de mis alumnos de Primero de Secundaria, uno de aquellos personajes que jamás pasan desapercibidos, que nunca dejan de hablar y que, con absoluta naturalidad, son capaces de capturar la atención de cualquiera.

Fue mi alumno durante mis inicios en la docencia, cuando, como suele suceder con la mayoría de profesores novatos, yo iba rebotando de un centro educativo a otro, fuese privado o público, con el afán de ir acumulando experiencia y de mejorar mi currículum. Así, aquel estudiante y yo pudimos coincidir en un pequeño colegio privado de la casi exigua clase media limeña, en Miraflores.

Ahora bien, sabemos de sobra que las aulas son un espacio de aprendizaje constante, aprendizaje de conocimientos, de actitudes y de aptitudes, no sólo para los alumnos sino también para los profesores, más aún si estos últimos son inexpertos. Por lo que a mí respecta, por aquellos años aprendí, entre un millón de cosas más, que es necesario probar todas las estrategias y recurso didácticos que puedan ayudar a conseguir los objetivos propuestos y que incluso haciéndolo de esta manera nunca será suficiente, porque siempre habrá una situación diferente y nueva que afrontar.

Pero en estos espacios, ricos y complejos, suceden hechos agradables y desagradables, constructivos y destructivos, serios y anecdóticos, como en la vida misma.

SINTAXIS
- Jóvenes, hoy trabajaremos la estructura de la oración.


Me suponía que el tema no los entusiasmaría demasiado y confieso que tampoco a mí, ya que jamás he sido un fiel devoto ni de la gramática ni de ninguna de sus ramas, por lo que, para este caso en especial, había una predisposición negativa desde ambas partes. Sin embargo, el plan curricular era el plan curricular. No había remedio.

Por otro lado, no es que fuera un tema difícil pues desde los primeros años de la Educación Primaria a todos nos machacan una y otra vez con la famosa división sintáctica entre Sujeto y Predicado. Daba por hecho entonces que, tratándose de Primero de Secundaria, el desarrollo de la clase resultaría básicamente un sencillo repaso.

De esta suerte, organicé la clase para que a partir de ejercicios en la pizarra con puesta en común y corrección colectiva, realizáramos juntos la reflexión teórica sobre el tema. Voluntariamente, un alumno se encargaría de proponer una oración sencilla y otro intentaría reconocer en ella el Sujeto (explícito) y el Predicado. Ya habían intervenido varios alumnos y nuestro personaje había levantado la mano en todas las ocasiones con la idea de participar y cobrar protagonismo. Por fin, decidí dejarlo actuar.

- A ver, Martín, tu turno –le dije con disimulada resignación– analiza e identifica el sujeto y el predicado de la oración propuesta por tu compañero.

Martín salió a la pizarra pletórico y todos permanecimos en silencio, expectantes, esperando su trabajo. Pero el personaje, con la tiza en la mano, se había empezado a poner nervioso. Miraba la pizarra una y otra vez y sonreía, como esperando un milagro. Más silencio. Los segundos empezaron a convertirse en minutos y había empezado a darse golpecitos en los labios con la punta de los dedos y sus enormes ojos parecían haberse agrandado más, moviéndose con mayor rapidez por efecto de su intranquilidad.

- Tranquilízate, Martín –injerí– es una oración bastante sencilla. A ver, poco a poco ¿ya has identificado el verbo?

- Sí, profe –me respondió algo más calmado.

Ya habían intervenido otros alumnos y se habían realizado otros ejercicios de ejemplo, pero al parecer el jovencito había estado muy distraído y más motivado en participar por participar que en comprender lo que  nos interesaba a todos.

- Muy bien, si has identificado el verbo y le preguntas quién realiza la acción, sabrás cuál es el sujeto de la oración gramatical ¿Quieres probarlo? Es un sujeto explícito.

- Sí profe –repitió sonriendo y, al parecer, con las ideas más claras.

Pero el silencio continuó por unos segundos más, así que decidí intervenir otra vez y asegurar, paso a paso, que Martín fuese por buen camino.

- Martín, tú puedes –lo animé– ahora subraya el verbo que has identificado. 

Martín identificó y subrayó el verbo correctamente y yo recobré la esperanza que todo acabaría bien.

- Muy bien, ahora fíjate en la acción del verbo y pregúntale de manera similar a como lo han hecho tus compañeros.

Con algo más de seguridad, Martín se armó de valor, se distanció unos centímetros de la pizarra y mirando fijamente el verbo que acababa de subrayar en la oración lo interpeló como si esperase a que éste le respondiera:

- Verbo, ¿quién es el sujeto? –preguntó convencido.

No pude contener la risa, tampoco sus compañeros. Intentaba calmarme, pero me había resultado tan hilarante su ocurrencia que no podía parar. Lo más gracioso fue que, de inmediato, Martín se unió al jolgorio sin ningún remordimiento ni vergüenza. Sin saber cómo, otra vez se había convertido en el centro de atención de la clase. No es que fuera un chico poco listo, sino distraído, muy distraído y con mucha imaginación.


El error en realidad fue mío por no haberme explicado bien del todo, por suscitar una reflexión mecanicista y por dar por hecho que Martín había comprendido el ejercicio. Muchos años después, en las clases de doctorado, la anécdota nos ayudó a reflexionar sobre lo oportuno e inoportuno de los métodos tradicionales en la enseñanza de la lengua, pero hoy, los recuerdos de mis días en las aulas se hacen más dulces con el paso de los años y por ello, cuando me sea posible, continuaré haciendo una copia de seguridad de ellos compartiéndolos con quienes deseen leerlos a través de este backup de mi memoria.

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