sábado, 12 de marzo de 2011

Sin tinta ni tintero


Clara e inequívocamente, cuando con recurrencia y nostalgia comenzamos a recordar nuestra infancia y juventud es porque hemos empezado a envejecer.
 Éramos tres los mosqueteros: Javi "el baby", Nando y quien ahora escribe sus recuerdos. Javi y yo rondábamos los quince años, pero Nando ya ostentaba su primer ciclo en la Facultad de Económicas de la popular UNP.

No sólo éramos vecinos contiguos, sino también asiduos contertulios, imberbes filósofos de pantalones cortos, desentonados cantantes sin fama ni gloria, declamadores sin ritmo ni voz y enamorados poetas sin tinta ni tintero.



Nos reuníamos para hacer lo que mejor sabíamos hacer: soñar despiertos.

Lejos, muy lejos de las drogas prohibidas o el alcohol, encendíamos algún que otro esporádico cigarrillo para animar nuestras larguísimas veladas en las noches de verano. Los constantes apagones eran los cómplices perfectos que nos alejaban de la contaminación lumínica y nos permitían disfrutar como nadie del inolvidable cielo nocturno de Piura.

Cada quien inspirado en su musa, recitábamos a Neruda. En aquel entonces yo tenía  predilección por los primeros versos del Poema 20: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche./  Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,/ y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".  …”. Los paladeaba palabra por palabra, mirando ese maravilloso cielo, con el corazón en la boca, evocando a la muchacha más bella que mis ojos jamás habían visto.

Recuerdo que me resultaban crueles los escasos veinte metros que separaban su casa de mi casa. Cruel, el impertinente arbusto de flores de lila, alzado entre su ventana y la mía, el cual me impedía verla sin obstáculos cada día. Cruel, el reducido tamaño de esa misma ventana, a la que se asomaba a diario, conocedora de mi interés  y mis suspiros sin fondo por ella, sólo para que la viese y admirase. Crueles sus andares, su delicado talle y su figura de gacela paseándose por mi calle. Cruel, su blanquísima piel, sus brillantes ojos negros y aquellos hoyuelos traviesos en sus mejillas que, hasta hoy, han hecho inolvidable su sonrisa.

2 comentarios:

  1. Tio javier siempre un placer leer sus textos.
    En esta ocasion remembrando sus comienzos como declamador febril. Ahora paso por algo similar, suelo escribir poesias para hemosas sonrisas que ingratas en ocasiones desacreditan mi esfuerzo (risas). Espero poder leer mas.
    Un cordial saludo.
    atte. Sebastian o tambien descendiente de ramiro lopez(el viejo)

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  2. Muchas gracias sobrino,

    El honor es mío, por tenerte de lector. La verdad es que estoy aprendiendo a escribir. Si hubiera comenzado a tu edad, quizás hoy "otro gallo cantaría".
    Por eso te estimulo a seguir en ello, escribe todo lo que puedas. Siempre tendremos la vida y las cosas sencillas como motivo de inspiración, ánimos.

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