domingo, 6 de mayo de 2012

¡Cachimbo!

-          ¡Cachimbo!, ¡Cachimbo!, ¡Cachimbo!...

Los repentinos y alegres gritos me tomaron por sorpresa aquel mediodía en "La muerte lenta”, uno de los comedores universitarios de San Marcos. No obstante, pocos segundos después me convertía en uno más de aquellos alborotados y ruidosos estudiantes con ganas de fiesta.

Aquellos pequeños escándalos no eran muy frecuentes, pero cuando ocurrían, acostumbrábamos amplificar sus decibelios haciendo tronar los cientos de tenedores y cucharas, "charolas" y cucharones con los que estábamos armados a la hora de la comida. Como es obvio, con el estrépito solíamos olvidar por unos instantes nuestra voracidad juvenil y los apetitosos olores de las sopas, guisos, fritangas, frutos y refrescos que aromaban aquel estupendo lugar, el cual podría decir que era un sagrado santuario del sustento estudiantil.

-          ¡Cachimbo!, ¡Cachimbo!, ¡Cachimbo!...

sábado, 17 de septiembre de 2011

Aquella maravillosa bici de mi adolescencia


Bici en RomaSoñaba conduciendo mi propia bici, me moría por tener mi propia bici. No, no exagero, desde muy niño y hasta casi los doce años mi mayor ambición era ser el propietario absoluto de una bicicleta para así poder pasearme en ella sin restricciones y cuando me apeteciera.


Aprendí a conducirla gracias a mis primos maternos, quienes, aún mejor que hermanos, me prestaban la suya sin reparos ni condiciones. Fueron ellos quienes me supieron soportar con paciencia hasta que fui capaz de llevarla por mí mismo. Vivían en Los Tallanes, que por entonces era una nueva urbanización en Santa Rosa, a casi dos kilómetros de mi casa. Solía ir hasta allí en cuanto se me presentaba la más mínima oportunidad, con o sin el permiso de mis padres, porque consideraba que cualquier castigo valía la pena a cambio de un buen paseo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Maestros mecánicos


Los dados rodaron a su antojo, de lo contrario quizás hoy ejercería la profesión de mi padre, la mecánica de automóviles. Crecí desarmando motores, reconociendo autopartes y herramientas, limpiando el óxido de fierros viejos, vertiendo lubricantes y combustibles...

Chevrolet pickupAunque mi padre nunca lo quiso, me convirtió en su ayudante y su aprendiz, en especial cuando "la Chiva" sufría alguna avería o desperfecto, es decir, con mucha frecuencia.  Sin embargo, nuestra tarea exigía mucho más esfuerzo cuando teníamos que desmontar por completo el antiguo motor de seis cilindros de la vieja pick-up. Bajo aquellas circunstancias, dedicábamos uno, dos o más días consecutivos a cambiar pistones, bujías, válvulas, empaques... 

lunes, 29 de agosto de 2011

Caballeros y villanos

- Gordo, paga las apuestas que no te quiero pegar.
Raffaello Sanzio - Fighting Men - WGA18926
La amenazadora advertencia fue directa, sin titubeos, con la calma y la seguridad de quien se sabe un buen peleador. Se trataba de un muchacho de mi estatura, atlético y de rasgos duros.

Cursábamos el Primero de Secundaria en la sesquicentenaria GUE San Miguel de Piura y habíamos aprovechado los breves quince minutos de recreo para organizar una partida relámpago de fulbito.

- ¿De qué apuestas hablas? ¿Estás loco? ¡Lárgate, antes que te reviente! –respondí con cinismo y fanfarronería, haciéndome el chulo y pretendiendo pasarme de listo– ¡Vámonos muchachos, vámonos de aquí!

viernes, 26 de agosto de 2011

Verbo, ¿quién es el sujeto?

Como de tantos otros alumnos, guardo un grato recuerdo de Martín, a quien he decido llamar así simplemente a efectos de lo que aquí relato.

Martín solía acercarme su rostro y con sus enormes y vivaces ojos y sus arqueadas cejas me hacía muecas y me sonreía sin malicia, sin intención de burlarse de nada. Antes bien, se esforzaba por parecer gracioso, con una actitud que reflejaba la inocencia e ingenuidad de sus once o doce años. Era uno de mis alumnos de Primero de Secundaria, uno de aquellos personajes que jamás pasan desapercibidos, que nunca dejan de hablar y que, con absoluta naturalidad, son capaces de capturar la atención de cualquiera.

Fue mi alumno durante mis inicios en la docencia, cuando, como suele suceder con la mayoría de profesores novatos, yo iba rebotando de un centro educativo a otro, fuese privado o público, con el afán de ir acumulando experiencia y de mejorar mi currículum. Así, aquel estudiante y yo pudimos coincidir en un pequeño colegio privado de la casi exigua clase media limeña, en Miraflores.

Ahora bien, sabemos de sobra que las aulas son un espacio de aprendizaje constante, aprendizaje de conocimientos, de actitudes y de aptitudes, no sólo para los alumnos sino también para los profesores, más aún si estos últimos son inexpertos. Por lo que a mí respecta, por aquellos años aprendí, entre un millón de cosas más, que es necesario probar todas las estrategias y recurso didácticos que puedan ayudar a conseguir los objetivos propuestos y que incluso haciéndolo de esta manera nunca será suficiente, porque siempre habrá una situación diferente y nueva que afrontar.

sábado, 6 de agosto de 2011

Sólo para fumadores

Julio Ramón Ribeyro
J. L. Ribeyro
"Sólo para fumadores" es un relato de Ribeyro que deseaba leer desde hace mil años, sin embargo nunca faltó alguno que otro contratiempo hasta que, gracias a Internet, por fin he podido disfrutar de un reencuentro con quien quizá sea el mejor cuentista peruano.

Ahora bien, de acuerdo con mi punto de vista, equivocado o no, un texto literario debe ser capaz de invitarme a leerlo de un tirón; debe, si estoy obligado a suspender su lectura por alguna causa, dejarme el ansia de volver a él en cuanto me sea posible y, si lo termino, quedarme convencido que su relectura será una nueva aventura; debe, constantemente, despertar mi admiración por su arquitectura, por el ingenio de su lenguaje y por la profundidad de lo que dice; debe ser, en algún sentido, un espejo en el cual mirarme; debe provocarme una sonrisa, arrancarme una carcajada, sumirme en la tristeza, hostigar mi enfado, excitarme los sentidos… Si, tras haber leído las primeras líneas, no es capaz de estimularme en nada de esto, lo descarto, sea quien sea el autor y diga lo que diga la crítica.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Temporada de cometas



En nuestra época casi nadie se cuestiona el hecho de comprar y regalar la mayoría de juguetes para nuestros hijos, sobrinos, hijos de amigos y conocidos, etc., es más, a causa del avance tecnológico nos resultaría un absurdo si así lo hiciéramos. Sin embargo, no hace muchas décadas que nuestra generación (y las anteriores) disfrutaba maravillosamente creándolos, transformándolos o simplemente reparándolos. No éramos expertos ecologistas, pero con paciencia y esfuerzo rescatábamos y reutilizábamos los objetos más inverosímiles para convertirlos en verdadera diversión.

De entre estos juegos, me atrevería a asegurar que las cometas ocupaban uno de los primeros lugares en el ranking de la creatividad y el reciclaje. Las confeccionábamos con cañas secas, bolsas de plástico, papel de viejos periódicos y de revistas, resina de los árboles, prendas usadas...

domingo, 24 de julio de 2011

Teacher Driver: De la tiza al volante en unos minutos

Tres horas en un atasco de coches son tres siglos. Xime y yo habíamos ido a Barcelona acompañando a una pareja de amigos cuando una descomunal congestión de tránsito nos atrapó en plena Meridiana. Ruido y hedor de monóxido por todas partes en el frustrado paseo. Parecía que jamás saldríamos de allí.

A conductores y acompañantes comenzó a invadirnos la histeria y la resignación por culpa de la lentitud con la que avanzaban los coches. De pronto, nuestro amigo, que iba al volante, comentó la posibilidad de escapar de allí por los espacios libres que dejaban los vehículos.

- Si se pudiera… –suspiró con una mezcla de impotencia y desesperación.

-En Lima sí que se podía –dije automáticamente, sin siquiera pensarlo.

Fue el pretexto para que se auparan a mi memoria mis días de taxista en las calles de la “bestia con un millón de cabezas”, como llamaría Congrains a Lima en su cuento “El niño de junto al cielo”.