viernes, 23 de julio de 2010

¿Bloguear o no bloguear?, he ahí la cuestión

Tras el dilema, suscitado por mil razones y sinrazones, quienes nos hemos decidido a expresar en público nuestros pensamientos y sentimientos tenemos algo en común: nos agrada escribir. Por qué no hacerlo, si al final, como la gran mayoría de los seres que habitamos este planeta, nos marcharemos de aquí dejando como herencia sólo nuestros recuerdos, el de un gesto plácido o la mueca áspera de alguna conmoción.

Ahora bien, si la aventura de escribir la realizamos como viejos bucaneros o como noveles marineros, ya es otro cantar, otro tema. Por mi parte, el hallazgo de la actividad fue por la época del descubrimiento del hielo, en mi entrañable Macondo (Piura) y gracias a las efusivas musas de la adolescencia. Sin embargo, me inicié en ella hace muy poco tiempo, el suficiente para creer en su utilidad y ventajas.

De entrada, escribir me resulta una especie de exorcismo religioso, un acto de expulsión real de los demonios que llevo dentro del alma y del cuerpo; una liberación de las emociones que, a veces, me oprimen el corazón y me reducen a la terrible condición anónima de número, objeto, materia, peso inespecífico... Es sobre todo en estos momentos de cautiverio emotivo, cuando el ejercicio se transforma en un acto de venganza, a la vez violenta y tierna, hacia la misma vida. Entonces, acabo redimido y relajado, con ganas de hacer otras cosas que antes de empezar a escribir no me apetecía realizar.

Por otro lado, creo que la actividad de escribir se puede comparar con un deporte practicado en el gran gimnasio del cerebro. Durante la realización de esta actividad, en más de una ocasión, como un niño que prefiere la fantasía a la realidad, he podido ver a las neuronas sudorosas haciendo abdominales, flexiones, aeróbicos y todo tipo de ejercicios a fin de mantenerse en buena forma.

El esfuerzo intelectual que la actividad de escribir pide a quien se toma un poco en serio esta tarea, hace que su maquinaria neuronal trabaje mucho y, por tanto, desarrolle y mejore sus habilidades y destrezas mentales. Esto no quiere decir que escribir represente un atajo hacia la genialidad, pero es capaz de fortalecer y agilizar todas las operaciones mentales utilizadas, de tal manera que éstas puedan ser más eficientes en otras situaciones similares, donde sea necesario resolver nuevos problemas.

Dicho lo dicho, a quien corresponda, le doy la bienvenida y le extiendo mi mano para subir conmigo, aunque sin mí, a esta embarcación virtual. Juntos daremos un paseo por este Backup de mi memoria, por esta copia de seguridad de lo que he vivido y viviré.

Hasta pronto.

2 comentarios:

  1. En efecto mi querido Javi, lo que nos cuentas es lo que Viktor E. Frankl llama Logoterapia, necesitamos regurgitar-nos a través de las palabras, la palabra como el mejor antídoto contra el olvido. Un abrazo. Gilda

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  2. Me ha encantado tu comentario Gilda, ojalá hubiera más tiempo para dedicarnos a lo que en verdad nos gusta.
    Un abrazo amiga

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