domingo, 26 de septiembre de 2010

Ximena


Ximena es morena, tiene el cabello liso y corto y la piel canela. Sus grandes ojos negros emiten esa luz y ese brillo que sólo la inocencia, vivacidad y alegría de sus lozanos tres años pueden desprender y transmitir.

Ximena habla todo el día. Tras una pregunta hay siempre otra, tras una respuesta, por satisfactoria que sea, siempre hay un "¿y por qué?". Pero esto no sólo pasa durante la vigilia, incluso cuando duerme y sueña, a veces dice cosas en voz alta, lo que nos hace suponer que ni siquiera durante ese enigmático estado de descanso puede aplacar su efervescencia de palabras.



De acuerdo a su estado de ánimo y a las circunstancias, Ximena selecciona el registro de voz que más le conviene. El más enternecedor, que es el que utiliza frecuentemente para comunicarse, es un timbre dulce, suave y musical, propio de una niña de su edad. En cambio, cuando aspira a dar órdenes (sin conseguirlo claro está), se vale de un tono bien definido, asombrosamente claro y potente. Otro tipo de registro sonoro que suele utilizar es aquel que le sirve para otorgarle vida a cada uno de sus personajes imaginarios, pudiendo ser la intérprete de un feroz lobo o de la inocente Caperucita roja.

Algunas veces complacido, otras al borde de un absoluto ataque de nervios, yo le digo que en esa cabecita hay un gran baúl repleto de inquietas e incansables palabritas. Ella, con asombro, agranda aún más sus ojos azabaches y, como si comprendiera la metáfora, asiente, sonríe y continúa expresando sin ningún prejuicio sus interminables chácharas infantiles.

Pero hay más, con la seguridad de una experta oradora, Ximena refuerza sus explicaciones verbales con un controlado y acompasado ademán de manos y cabeza, intentando, por supuesto sin premeditación, atrapar a su interlocutor en su fluida plática sobre los sucesos más relevantes de su ajetreada y experimentada vida, porque yo ya no soy una bebé papá, soy una niña grande.

Como es obvio, por más entretenida que sea su charla, tras algunos minutos de escucharla con real o fingida atención, su gracia se torna cansina, pero como ella no lo sabe (o prefiere no saberlo), en cuanto empieza a percibir la menor distracción de su oyente -en este caso su padre-, va cambiando poco a poco sus métodos de persuasión por otros menos convencionales de contingencia: ¡Papá, mírame que te estoy hablando! ¡Que te digo que me mires, papá! ¡ Papaaaaaaaaaaaaaaaa!!!

Si estoy entretenido o concentrado en el ordenador, su estrategia evoluciona a otra mucho más contundente: extiende su pequeña manito y, cogiéndome de la barbilla, gira una y otra vez mi rostro hacia ella, insistiendo en que la mire. Si aún con ello no consigue llamar mi atención, pasa a su convincente y efectivo plan de choque: ensaya su más conmovedor puchero, llorando fingidamente con persuasivos y gruesos lagrimones, quejándose porque no atiendo a su interesantísima conversación sobre los mosquitos del parque, la mantita con la que acaba de cubrirse el sol, la impertinente mosca que no la deja tranquila, el insoportable dolor sin dolor de cabeza o la gravísima y sangrante herida invisible que lleva en el dedo meñique…

Finalmente, si tuviéramos que utilizar un término de moda para otro de sus atributos creativo-verbales, diríamos que Ximena es una peque multitarea. Así, mientras mira sus programas favoritos de la TV, le otorga vida y voz a los mandos a distancia; si se va a lavabo a hacer pis o cacotas, jamás olvida sus muñequitos de Disney, a quienes hace hablar con su infatigable imaginación; si viaja en el coche, o lleva un peluche parlante o la luna, el sol, las nubes, los aviones (o lo que sea) siempre le sonríen y hablan con ella y, por supuesto, es vital para la nena contarme esos sucesos; durante las comidas, sus pequeños cubiertos conforman una inverosímil familia, cuya actividad principal es conversar y conversar y conversar…

En fin, como repito, Ximena, mi nena, nunca deja de hablar.

2 comentarios:

  1. ¡Lo hiciste, lo hiciste! Te odio con cariño porque lo haces mejor que yo. Escribes precioso y este de tu hija es hermoso. Ojalá, algún día pueda escribirle algo, siquiera parecido, a un hijo mío. Un abrazo y espero seguir leyéndote. Te agregaré a mi lista de blogs.

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  2. Gracias Dally, no se trata de ser mejor que nadie, tú también escribes estupendamente.
    En mi caso, ya sabes, el leitmotiv es mi Ximena, la adoro porque es tiernísima y mi hija ;-)
    Besos, también te seguiré leyendo.

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