domingo, 10 de abril de 2011

8 de abril: 4 años

Por lo general, la vida surge, se erige y discurre ante nosotros sin que apenas nos percatemos de lo maravillosa que es. El proceso es lento y casi  imperceptible, pero es. Disfrutamos de las flores cuando ya son flores y de los frutos cuando ya son frutos, no obstante descuidamos la belleza de las etapas y sus transiciones hasta que de pronto, un día cualquiera, despertamos y, voilà!, ya han pasado diez, quince, veinte años.

Hablo de ello porque precisamente estos últimos días he estado pensando en que ya han transcurrido cuatro años desde aquel primaveral ocho abril en que llegó a este mundo Ximena, mi Ximena.



Claro, ahora probablemente pensarán, ya viene éste con su cháchara cansina sobre su hija. Si han llegado hasta aquí y piensan de esta manera, están en lo correcto y sentiré si tuvieran que irse utilizando alguno de los enlaces que rodean esta página o simplemente visitando otra web mucho más entretenida. En caso contrario, les agradezco la paciencia por permanecer aquí un poco más.

Pero... cómo no voy a hablar de la niña de mis ojos, cómo no contar de lo divertida y tierna que es, cómo no narrar alguna que otra de sus innumerables ocurrencias o travesuras.

Ximena nació llorando, gritando, reclamando. No, no hizo falta que el médico de turno le diese la tradicional nalgada, porque desde su alumbramiento, famélica, protestó y protestó con su ensordecedor llanto hasta conseguir que entendiésemos lo que necesitaba: un bibe repleto de leche. La de su madre, no le era suficiente y, aunque incómodos por el ruido, en el hospital Germán Trias i Pujol (Can Ruti) estaban convencidos de la normalidad de de sus chillidos, mientras nosotros pagábamos con una inusual desesperación nuestra novatada como padres. Sólo muchas horas después fue más fácil apreciar su intensísima mirada, que parecía escudriñarlo todo, como si de golpe pretendiese descubrir el desconocido y nuevo mundo que la rodeaba.

Ah, si pudiera detener el tiempo!!!... Ahora que es tan buena y cariñosa, tan divertida y obediente, tan inocente... Ahora que sólo pide besos y abrazos y que salir a jugar al parque es su mayor deseo, ahora que una taza de chocolate con leche y un trocito de pan pueden hacerla feliz... Ahora que sus peores palabrotas son cacota y pipí... Ahora que confía en mí. Ahora que me dice que soy su héroe, que me repite incansable lo mucho que me quiere, que me regala flores y me obsequia orgullosa sus bellísimos mamarrachos en los que me retrata y donde garabatea mi nombre con su escritura precoz e incipiente... Pero no, aunque pudiera detener el tiempo no lo haría, la vida debe seguir creando su propia poesía.

En el barrio Ximena es famosa. Se la ha ganado gracias a que es una parlanchina. Desde muy pequeñita ya iba diciendo Hola! a conocidos y extraños, porque siempre le ha encantado que le digan guapa. Desde los dos años sabía decir sus nombres y apellidos completos, con dirección postal y provincia incluidas, cosa que asombraba y gustaba mucho a los vecinos. Además, es capaz de explicar lo inexplicable y, cuando su escasa lógica no le alcanza, echa mano de cualquier comodín para completar sus inverosímiles chácharas.

En una de nuestras frecuentes salidas al parque, la perrita de un vecino cruzó corriendo la carretera para venir a saludar a nuestro Pekas. Su dueño, un vecino muy cariñoso con Ximena, se acercó y fingió un enfado con su mascota. Se inclinó un poco y con el índice amenazador, interrogaba y advertía a su pequeña e imprudente Luna de los peligros a los que se había expuesto: ¿Por qué cruzas la carretera, Luna? ¿Qué te he dicho de los coches?... le refunfuñaba. Entre tanto, algo absorta, Ximena seguía con la cabeza y la mirada los movimientos del amo dirigiéndose a su sumisa y avergonzada mascota que le movía la cola. De pronto, con aquella demoledora lógica que sólo los niños poseen, intervino: "Pero Miguel, que no te puede responder, que los perros no hablan ¿por qué le haces preguntas a la Luna?”.

Pero Ximena no sólo es dicharachera, sino que, entre otras aptitudes, muestra un especial interés por la escritura. Acostumbra llevar consigo -y a todas partes-, un bolígrafo y alguna de sus numerosas y pequeñas libretitas, que las va garabateando con todo aquello que cruza por su galopante imaginación: nombres, inicios de historias, listas de la compra, dibujos, etc. Como la pequeña las lleva hasta cuando viajamos en coche (incluso nos hace regresar del ascensor si las ha olvidado), su observadora tía ha comenzado a apodarla La periodista y, evidentemente, su iluso padre, moi, también quiere ver en este singular comportamiento capacidades especiales, por lo que ha comenzado un juego de persuasión psicológica en el que su bizcochito le traerá a papá, algún día, nada menos que un Planeta o, bueno, vale, Ximena, con un Pulitzer también me pondré contento, pero, hija mía -le digo en el non plus ultra de la manipulación - con un Nobel, Ximena, con un Premio Nobel tu padre sería infinitamente feliz.

Ahora bien, claro que pueden censurarme, pero desde ya pienso que por pedir, por pedir que no sea.

1 comentario:

  1. Soledad Quispe Julcamora11 de abril de 2011, 14:56

    amigo estas hecho un papito corazón, quedaran en el recuerdo de su mente los momentos tan lindos que pasas con ella, y lo asombrado que estas de mi sobrina conforme va creciendo ,los hijos son maravillosos desde que lo ves nacer , es mas desde de su procreación que uno los trae al mundo con mucho amor y madurez emocional y nos hace responsable de lo que formamos amigo.un fuerte abrazo para ximena , para ti y tu esposa yo siempre te recuerdo amigo como un gran profesional , y ximena te traera el premio nobel

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