sábado, 26 de marzo de 2011

17 de abril

Tenía un increíble sexto sentido para pillar mis travesuras, casi todas mis travesuras. Además, era una niña bastante hábil y con la suficiente paciencia para mantener vigilados, milimétricamente y sin tregua, cada uno de mis movimientos, como en una partida de ajedrez. Así, gracias a su tesón y destreza, a Roxana no le resultaba muy difícil salir victoriosa en sus continuas pesquisas.


Aunque yo me empeñara en borrar las huellas de mis no siempre inocentes delitos, aunque renovara constantemente mis estrategias, mi querida y lista hermana no dejaba escapar la más mínima oportunidad para poner en evidencia, frente a papá y mamá, mis infantiles transgresiones: salir en bici sin permiso, saquear de postres y helados la nevera, falsificar la firma de mis padres en la libreta de evaluaciones del cole... Ella era la detective oficial de la familia, el gran sabueso de mi madre y quien conocía a la perfección mis escondites secretos dentro y fuera de casa, quien requisaba los bolsillos de mis pantalones en busca de las pruebas fehacientes que me inculparan ante el tribunal paterno... Sus acusaciones eran inapelables. Mi hermana era la sheriff, era la ley.

Era la ley y ella lo sabía. ¡Enano, se lo diré a mi mamá!, ¡Churre, pórtate bien!, eran con frecuencia sus disparos de alerta que tronaban en mis oídos con energía y convicción, pues los emitía con la seguridad de tener la sartén por el mango, de llevar en los hombros los distintivos con el grado de la hermana mayor.

Sus ojos, de un  negro indescriptible, sus pobladas cejas, su penetrante mirada y su gesto imperturbable completaban aquellas advertencias que me provocaban una mezcla de rabia y de temor. No obstante, yo nunca dejaba de correr los riesgos que implicaba pasar olímpicamente de aquellos avisos de ser sancionado y ella, tras sus previsibles victorias o, si se quiere, mis inevitables derrotas, esbozaba una brevísima mueca de complacencia que yo detestaba.

Pero con el pasar de los años y la llegada de la adolescencia, el enano dejó  de ser enano y la sheriff renunció por propia voluntad  a sus distintivos policiales y la primavera de la vida vistió nuestros cuerpos y con ella los primeros amores y éstos con sus respectivas dulzuras y también con sus sinsabores. Mi hermana empezó a confiarme sus ilusiones y a descargar en mí sus penas de amor, convirtiéndome en su más cercano confidente. Me hizo su consejero de amores, su paño de lágrimas. Además de hermanos, nos fuimos haciendo íntimos amigos o ya lo éramos y no nos dábamos cuenta.

Muchos años después, la vida misma hizo que cada quien fuese a por su propia tierra prometida. Nuestros caminos se fueron abriendo hasta que un inmenso océano se interpuso entre los dos. La distancia física es atroz ya que, por lo general, suele crionizar los afectos, pero para mi hermana nunca dejé de ser su “cholito lindo”, su hermanito menor, su amigo de toda la vida.

Cada quien a su manera, mi hermana y yo llegamos al convencimiento que el alma está únicamente en los vivos y que la muerte no es otra cosa que el final de los finales. Dedico por ello estos nostálgicos recuerdos a quienes la conocimos y quisimos, a quienes, como mi Ximena, podrán algún día leer este blog. Escribo este backup para dejar constancia con ceros y unos que, un diecisiete de abril de 1968 este mundo dio la bienvenida a mi queridísima hermana y que, exactamente cuarenta y dos años después, de manera paradójica otro diecisiete de abril, ella nos dijo adiós.

3 comentarios:

  1. prima, mi dulce prima. Pensar que me ponía celosa cuando le daba más cariño a Dayana que a mí. Gracias primo por que eres la memoria de la familia. Siempre amarè y recordaré a Rox como si estuviera aquí conmigo. A por ella primo! Dios dará el consuelo necesario.TE queiro mucho primazo!

    ResponderEliminar
  2. Que pena debe ser perder a una hermana, se ve que la quisiste mucho, ahora ella ya descansa en paz y en tus recuerdos quedará siempre todos los momentos vividos con ella...tu hermana y gran amiga.

    ResponderEliminar
  3. Dios,me hiciste recordala y llorar como una niña, mi amiga se fue y su recuerdo me acompaña,tu eras su hermano y su amigo fui testigo de eso, como la extraño.
    Mi querido amigo como pasaron los años y los dejamos pasar sin pensar que la muerte nos alcanzaria. Un gran abrazo a la distancia javi.

    ResponderEliminar